El padre de Marco cuenta con 91 años, padece de Alzheimer, desde hace 5 años; lejos están los días en que se desenvolvía con total independencia.

Estamos preparados para la crianza de nuestros hijos. Pero nos cuesta aceptar la vejez y el deterioro de quienes nos dieron la vida.

Convertirnos en padres de nuestros padres es una experiencia en la cual viven muchas personas hoy en día.

“ Lo recuerdo, siendo yo un niño,  cuando llegaba a la casa y salía corriendo con todas mis fuerzas, para ser el primero que lo saludada, éramos varios los hermanos, pero yo tenía que ser el primero” nos comenta Marco, con la mirada perdida en el tiempo y añade “ Sus consejos, sus sacrificios para que yo fuera un profesional, sus días como el abuelo cariñoso, y aquellos bellos momentos han quedado atrás; Ahora yo soy su padre, él un niño que vive en un mundo de recuerdos que ocasionalmente, comparte.”

Nos comenta Marco “Mi rutina cambio, entre mi trabajo y el cuidado de mi padre, debo robarle horas de sueño para procurar que él se encuentre lo mejor atendido, aunque a veces pienso que no cuento con el conocimiento de como cuidar a un adulto mayor, para abordar de la mejor manera su enfermedad. Me parte el corazón verlo tan frágil, indefenso. El que velaba por mí, era un roble, y ahora depende de mí, No puedo acostumbrarme a verlo de esta manera”.

Con el tiempo, a medida que crecemos, debemos pasar de ser cuidados a cuidadores.

Es así, como la fórmula de la protección se invierte, quienes antes velaban por nosotros hoy necesitan nuestro cuidado.

Todos los hombres y mujeres estamos preparados – aunque por instinto – para la crianza de nuestros hijos. Pero en la mayoría de los casos, no estamos, de ninguna manera para hacerlo con nuestros padres.

La crianza de nuestros hijos es acompañarlos con alegría, sufrimiento, miedo, aciertos, errores en los primeros pasos de la vida.

Caso contrario nos enoja, entristece, nos angustia, ver a nuestros mayores iniciar el proceso del declive de una vida, de quienes fueron nuestros héroes en nuestras vidas

Acompañarlos en la última etapa de su vida

“Fue cuando me convertí en padre a los 57 años. Ya mis hijos con sus carreras hechas, y siendo yo también abuelo” nos comenta Marco; – “debí ser el cuidador de mi padre”

“Cuidar a mi padre es una forma de empezar a decirles adiós” concluye Marco.

El cuidado de nuestros adultos mayores es devolver con amor, nuestros primeros años de vida, domingos de futbol, tardes de juegos, porque no decirlo también, sus normas de conducta y respecto, los castigos para corregir lo que no estaba correcto. Pero no podemos negarlo, la muerte existe y entristece, y si es de nuestros padres más aún.

¿Cómo abordar el cuidado de nuestros padres?

Hay tres maneras de enfrentar esta situación. 

  • Podemos ser hijos sobreprotectores, e hipotecar nuestras vidas, y abandonar nuestros sueños para dedicarnos completamente a ellos.
  • Podemos negarnos tomando distancia afectiva y que prevalezca, el no tengo tiempo, estoy muy ocupado, vivo muy largo, o que otras personas los atienda.
  • Podemos intentar, lo más difícil, esto es: un sano equilibrio y acompañar amorosamente esta etapa de sus vidas y de las nuestras

Sin entrar en detalles cual de las tres opciones es la mejor; eso lo dejo a su criterio y realidad. Muchas de las consultas que podemos mirar en internet, tienen relación con el manejo de los adultos mayores con sus padres, cómo cuidarlos sin que invadan espacios de la vida familiar, cómo acompañar sin que desborde, por un lado, o por el otro.

En nuestra sociedad costarricense, es muy habitual cuidar de nuestros adultos mayores en familia, siempre habrá un miembro del hogar que puede asumir, aunque sea en forma temporal su rol de cuidador.  Aun más cuando nuestros abuelos mantienen cierta independencia y autonomía.

“Llego el momento en que caí en razón qué no podría brindarle más atención, reconocí mis limitaciones, no soy médico, era cuando me di cuenta de que necesitaba ayuda” nos comenta Marco, “me causaba más dolor verlo en estas condiciones, el desgaste emocional era demasiado”

“Fue cuando tome la decisión de buscar el mejor lugar para su atención especializada”

Hoy Marco vive pendiente de su padre, le visita todos los domingos. Tiene muy presente que podría ser el último domingo que comparta con él, pero atesora los momentos de conversación con su padre, para quien Marco es su héroe, ahora que él es un niño con un cuerpo que carga 91 años.

Ya han pasado más de 63 últimos domingos, Marco reconoce que los cuidados que le han brindado en el hogar han ayudado a que ambos tengan una mejor calidad de vida, siente con seguridad que fue lo mejor.

“No había mejor lugar que atendieran a mi padre” – añade Marco “no hipotequé mi vida, no asumí el rol sobreprotector, encontré un balance entre mi vida y la de él”

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