La depresión es una característica normal del proceso de envejecimiento. Aunque es cierto que muchos ancianos presentan depresión en mayor o menor grado, no debería ser considerado un hecho común.

A pesar de que existen síntomas físicos (problemas con el sueño, el apetito, etc.), así como psicológicos (tristeza, baja autoestima, etc.), el no reconocimiento de la enfermedad provoca que solo a una minoría de personas de esta edad se les presta una atención psicológica adecuada.

Algunos síntomas de la depresión que es importante detectar son:

  • Sentimiento de tristeza, vacío o desánimo de mayor intensidad que la tristeza normal y con manifestación durante la mayor parte del día
  • Estado ansioso y/o de preocupación excesiva
  • Baja confianza en uno mismo, sentimiento de inutilidad y de ser una carga para el resto de las personas de su entorno
  • Pérdida o aumento de apetito
  • Dificultad para conciliar o mantener el sueño, así como despertarse muy temprano o tener sueño excesivo
  • Dificultad para relajarse o desconectar
  • Problemas en la concentración
  • Dificultad para tomar decisiones
  • Pensamiento o ideas suicidas en los casos de depresión grave
  • Irritabilidad, mal humor
  • Falta de deseo de estar con gente, aislamiento
  • Insatisfacción y pérdida de placer por las cosas cotidianas de la vida, poca capacidad para el disfrute
  • Sensación de cansancio, fatiga o poca motivación para realizar cualquier tipo de actividad que antes le motivaba
  • Pensamientos negativos recurrentes
  • Síntomas físicos persistentes que no responden al tratamiento (problemas digestivos, dolor de cabeza, etc.)
  • Sentimientos de culpa, pérdida de esperanza

Si la familia o amigos perciben algunos síntomas es importante tratarlos a tiempo, por ello es fundamental la asesoría de profesionales como los que puede encontrar en Casa Israel.