La pérdida de memoria es uno de los síntomas de demencia senil que suele ocurrir a una edad avanzada, entendiendo ésta a partir de los 60 años.
El envejecimiento supone uno de los factores de riesgo más significativos.
En la mayoría de los casos, la demencia es una enfermedad de carácter degenerativo y, por lo tanto, irreversible. Por ello, las funciones o capacidades que se pierdan no podrán volver a ser recuperadas por el paciente.
Puede ver afectado el comportamiento emocional o de la personalidad, el lenguaje, la memoria, la percepción y el pensamiento o juicio.
La demencia es una enfermedad que causa más que solo pérdida de memoria. Es una condición que afecta a la capacidad del adulto mayor para razonar y aprender.
Con el tiempo la demencia no solo toma los recuerdos de uno, sino que también altera su personalidad. Al relacionarse con ancianos que sufren de esta enfermedad dolorosa, la paciencia y una actitud positiva son imprescindibles para los cercanos, miembros de la familia y el cuidador. Tener un sentido del humor ayuda.
Tómese el tiempo para reírse de una determinada situación, pero nunca directamente en la persona afectada.
Previamente a presentarse la enfermedad, la persona sufre un deterioro cognitivo leve (DCL) que incluye la dificultad para realizar varias tareas a la vez, para resolver problemas o para tomar decisiones.
Además, dificulta el recuerdo de hechos o conversaciones recientes y la agilidad mental se ve disminuida.
A medida que el trastorno empeora, los síntomas se agravan también y también pueden aparecer: pérdida de habilidades sociales y cambios de personalidad, lo cual lleva a comportamientos inapropiados en público y, a veces, agresivos,
problemas a la hora de comunicarse, ya que el paciente presenta dificultad para recordar el nombre de objetos familiares.
A esto se une la pérdida del sentido de la orientación por lo que la persona puede perderse con asiduidad y no encontrar objetos, aumento de la dificultad para memorizar o realizar actividades que requieran pensar, el paciente pierde su capacidad de juicio y no es capaz de determinar la peligrosidad de sus acciones, se producen cambios en el patrón del sueño, lo que aumenta el riesgo de sufrir alucinaciones, delirios y es posible que este cuadro sintomático lleve a la depresión.
En los casos más graves, los pacientes con demencia ya no son capaces de realizar actividades básicas, tales como comer, bañarse o vestirse. Es posible que sean incapaces de reconocer a familiares cercanos o de entender el lenguaje.